La Walt Disney Company constituye hoy un pilar de la industria del entretenimiento. ¿Cómo surgió la leyenda urbana acerca de que su fundador era masón?
Se dice que durante la Segunda Guerra Mundial la compañía sobrevivió financieramente al convertirse en un instrumento de propaganda política. El propio Walt Disney, como un líder visionario, reorientó el trabajo y la creatividad de su estudio para servir a un propósito nacional estadounidense, un movimiento que salvaguardó la esencia de su obra mientras aseguraba su supervivencia material. Su organización organización pudo transmutar una crisis existencial en una oportunidad de reestructuración y crecimiento.
Curiosamente, décadas después, surgiría la leyenda urbana de que Disney era miembro de la Orden, una afirmación que carece de sustento histórico según los registros, pero que añade una capa de misterio a su figura.
Una crisis de mercado
Antes del conflicto, los estudios Disney funcionaban bajo un modelo de reinversión constante en películas animadas cada vez más ambiciosas. Obras como Fantasía y Pinocho representaban el pináculo de su trabajo artístico. Sin embargo, este enfoque empresario encontró un muro difícil de saltar cuando el mercado europeo colapsó por la guerra, siendo esos ingresos tan importantes para su equilibrio financiero.
La venta de entradas en la ventanilla de los cines había sido mezquina, sin generar los ingresos esperados, y la compañía se encontró entonces al borde de la bancarrota. Esta crisis no estaba basada en problemas de creatividad, sino causada por su inviabilidad económica en un mundo cuyos canales comerciales se fracturaban o se bloqueaban. Pero la situación que llevara a la productora al umbral de la crisis, paradójicamente ofrecería una oportunidad de reconversión total del estudio y sus artistas.
Del entretenimiento al arsenal de la democracia
El ataque a Pearl Harbor y la posterior ocupación militar de los estudios actuaron como un punto de renacimiento. El ejército estadounidense no solo buscaba proteger una planta de la fábrica de aviones Lockheed Martin (LMT) adyacente, sino que identificó en las instalaciones de Disney una herramienta de precisión para la guerra total.
Disney, que ya había indagado sobre la producción de películas bélicas, aprovechó esta oportunidad para cerrar un trato que transformaría su economía. La compañía firmó contratos para producir filmes de entrenamiento y cortos de propaganda, reconvirtiendo su maquinaria creativa.
Se leen por ahí ciertas glosas elogiosas al «combate al fascismo» que transmitió en esa época la productora, pero a la vista de estos datos se cae toda especulación acerca de que sólo el altruismo y el compromiso con la democracia inspiraban sus dibujos animados.
El simbolismo del Pato Donald
En este nuevo marco, la estrella del estudio, el Pato Donald, asumió un rol protagónico en el mundo de la propaganda. La ganadora del Oscar Der Fuehrer’s Face lo muestra trabajando en una fábrica de municiones en «Nutzilandia», una representación caricaturesca de un superestado del Eje (que integraban Alemania, Italia y Japón).
El corto funciona como una poderosa pieza sobre los valores de la libertad frente a la opresión. Donald vive una pesadilla de humillaciones hasta que despierta aliviado en su habitación en Estados Unidos, rodeado de símbolos patrióticos. Este mensaje, aunque efectivo, contenía estereotipos que hoy se consideran ofensivos. Sin embargo, su valor histórico es incuestionable, pues movilizó el ánimo público y, crucialmente, generó un flujo de caja vital que sostuvo a la compañía. Más de un 90% de la producción de Disney entre 1942 y 1945 fue para el gobierno, un contrato que funcionó como un salvavidas financiero.
La hegemonía cultural
La participación de Disney en la guerra trascendió el mero salvavidas económico. Al finalizar el conflicto, la compañía no solo había sobrevivido, sino que emergió fortalecida y con una reputación de patriotismo y eficiencia. Los soldados estadounidenses llevaron sus cortos a Europa, actuando como emisarios de una marca ahora asociada con la victoria y los valores occidentales. Esta estrategia abrió mercados globales que antes estaban cerrados, allanando el camino para su hegemonía cultural en la posguerra.
El transatlántico mediático ha evolucionado desde su papel de contratista estatal directo durante la Segunda Guerra Mundial hasta convertirse en un conglomerado global de entretenimiento que evita permanentemente volver a incursionar en la controversia política directa. Aborda los temas de conflicto y guerra a través del filtro de la fantasía, la ciencia ficción y las alegorías de superhéroes.
Con esto último ha podido capitalizar el drama y la acción de la guerra como esqueleto de las narraciones, sin asumir los riesgos de representar conflictos reales, contemporáneos y políticamente divisivos. En el sistema mediático Disney, el cine bélico ha quedado para otros estudios (como Warner Bros., Paramount, etc.) o para sus propios sellos especializados como National Geographic, manteniendo así la marca principal Disney en un espacio comercialmente seguro y universal.
El mito de Disney masón
Es en aquel contexto de un hombre poderoso y una obra cargada de simbolismo donde germina la leyenda de que Walt Disney era masón. Esta teoría, ampliamente difundida, carece de base documental. Investigaciones en los registros de las logias de California y Missouri, donde Walt vivió y trabajó, no contienen su nombre. La confusión acerca del tema probablemente nace de la naturaleza simbólica de sus películas, que comparten arquetipos universales que refieren a muchas y diferentes tradiciones. También de la circulación de imágenes de una medalla con compás y escuadra que supuestamente le perteneció, pero que los expertos consideran ajena a la simbología masónica oficial.
Así, la crisis inicial, la reconversión durante la guerra y la expansión posterior forman un ciclo completo de transformación. La forja en la fragua bélica templó el espíritu de Disney, enseñándole que la adaptabilidad económica y la alineación estratégica son tan importante como la evidente creatividad de sus productos. La victoria aliada alumbró a un beneficiario cultural a raíz de una maestría aprendida en el taller de la necesidad, y no en supuestas sociedades secretas.
La lucha antifascista
En este nivel de análisis toma otra dimensión la gloria que le cantan a Walt, mencionado repetidamente como un incansable antifascista. Sus obras apuntaron a afianzar la producción cultural y el modelo económico y social de su país, con lo cual se balancea el saldo de sus supuestos intereses humanitarios.
En esencia, el fascismo es una praxis, un modo específico de alcanzar y ejercer el poder. Es un proyecto político que busca crear un Estado totalitario mediante la movilización emocional de las masas, el nacionalismo exacerbado, la supresión de las libertades y la instauración de un liderazgo autoritario e incuestionable.
Pensar que es el «patrimonio» de un pueblo es equivocado al caer en su propia lógica esencialista y nacionalista. Cualquier sociedad, en un contexto de crisis económica, inestabilidad política y fractura social, puede generar las condiciones para que surja un movimiento con estas características.
El fascismo no es una reliquia del pasado ni un defecto genético de naciones específicas; es una patología política potencial que puede emerger en cualquier lugar donde se den las condiciones que le son propicias. Incluso allí donde se pretenda estar vacunado contra la peste.

