
Bien. Seamos breves. La civilización occidental es un desastre verificable ahora que se constata el fracaso del mundo global con la reedición simultánea de una nueva guerra fría y una guerra mundial cognitiva de consecuencias todavía insospechadas. La civilización occidental es también una monstruosidad puesto que ha vuelto a la justificación de lo más injustificable, el genocidio. Nada de esto es opinión, está haciéndose historia.
Por otro lado, vivimos en una absoluta barbarie. ¿Somos capaces de aceptar esta sencilla y triste verdad? Vivimos en una sociedad carente de valores, de principios, y librada por completo al capricho del deseo momentáneo y fácil de la comodidad. El ataque ad hominem se considera normal en el debate intelectual, o supuesto tal, y sobre esa base uno debe tomar la decisión: ¿salgo ahí fuera y digo esto o me lo callo y ya está?
Entonces, tenemos un desorden, un desequilibrio y una incapacidad de reacción, de toma de responsabilidad. Una tríada al revés. Preocupante, ¿verdad?
Diagnóstico
En casos así lo apropiado es verificar primero un diagnóstico claro y, después, abordar la configuración de un proyecto civilizatorio puesto que vivir en la barbarie (¡Cuánto más en la inversión civilizatoria!) termina necesariamente en la catástrofe.
Si el cosmos consta de dos principios diversos pero complementarios que hacen factible la configuración cósmica desde un principio único surgido del origen metafísico puro, entonces la civilización humana, la plasmación de dichos principios en la sociedad, debe atender a esta configuración.
En esencia lo que en occidente entendemos como religión cubre el aspecto conservador del cosmos y las organizaciones iniciáticas cubren el aspecto transformador de este universo. Deben ser ambas cosas primero auténticas y después complementarias o de otro modo volveremos a los errores del pasado, es decir, la génesis de la modernidad que nace de la lucha enconada entre los partidarios ciegos de la “conservación” y los revolucionarios alucinados del “progreso”.
Contra tradición
Hoy vivimos la síntesis de la dialéctica entre esos dos principios y esto nos lleva a otra consideración imprescindible: la tradición (no el tradicionalismo o la anti-tradición) y su inversión, la contra tradición. No habrá fidedigno diagnóstico ni proyecto civilizatorio auténtico si no entendemos esto. La tradición no es más que la continuación en el espacio, tiempo y memoria del origen primordial el cual puede ser expresado de manera óptima como conocimiento puro, conocimiento no condicionado por el cosmos pero que hace posible dicho cosmos. La contra tradición es la toma del espacio, el tiempo y la memoria por parte del artificio para adquirir así una trascendencia despojada de toda vinculación original, es la novedad absoluta y, en tanto que separada del origen, la pura nada.
El conocimiento puro sienta las bases de lo que, después, tanto la religión como la iniciación deben formar (la toma de forma) pero, insistimos, esta dualidad debe ser complementaria. El origen vivo debe ser consignado de manera ritual para que permanezca fijado el camino de regreso al origen y no se obstruya así el camino a la genuina libertad. La operación psíquica debe ser restablecida para que toda transformación sea la trascendencia de la forma, y no la mera reconfiguración bajo otros parámetros, para que la liberación auténtica pueda consumarse.
La palabra perdida
Nada de lo dicho hasta aquí tiene nada de económico, social, político o cultural pues la obra se lleva a cabo toda vez que el maestro está centrado en la simplicidad esencial y sirve, de este modo, como apoyo infalible del edificio que se construirá.
Es obviando lo elemental como hemos llegado a este momento macabro y absurdo de la cumplimentación del proyecto moderno. Se construyó sobre la arena en vez de sobre la roca, la palabra perdida estaba ciertamente perdida y ni unos conservaron lo que debían conservar ni otros transformaron lo que debía transformarse. Fracaso.
Proyecto nuevo
Nuestro deber y responsabilidad, si es que aún somos humanos y nos respetamos a nosotros mismos en tanto que depósitos potenciales de la dignidad primordial, es: decir claramente que hemos fracasado. Occidente ha fracasado, en conjunto. Pero como occidentales también debemos enmendarnos y plantear seriamente un proyecto civilizatorio auténtico. Es decir, por un lado debemos conservar y entonces admitir el fracaso de no haber sabido conservar y, por otro lado, debemos transformar y plantear seriamente un nuevo proyecto que arregle lo que ahora sabemos que se hizo mal.
La tradición se perdió pero la puerta del conocimiento puro continúa abierta. ¿Seremos capaces de reconocer los errores y replantear el significado de las viejas doctrinas? ¿Llevaremos a cabo la conservación de la pureza original presente en cada alma inocente? ¿Transformaremos los diferentes aspectos psíquicos en operaciones que permitan mantener la vía abierta hacia la trascendencia? ¿Nos reconoceremos a nosotros mismos como humanos subsidiarios del origen primordial o nos dejaremos diluir en la quimera absurda de la pesquisa del vacío?
Desde este lugar
Este escrito es un llamamiento en ese sentido y complementa, muy sintéticamente, nuestra obra Geopolítica y civilización: el fracaso de la modernidad así como nuestra labor diaria en el canal de Youtube Geopolítica Actual. El llamamiento es para todos aquellos que estén dispuestos a aceptar las premisas esenciales de toda acción humana trascendente: la realización personal de un principio original no condicionado por nada, la función de salvaguarda del equilibrio cósmico en plena consciencia y el deber de atender a la plasmación del orden y del equilibrio en una configuración civilizatoria que permita que cada ser encuentre su lugar y cumpla su función.
Nuestros probos antepasados nos juzgarán no por haber sido hijos pródigos sino por no haber querido volver a casa cuando el origen mismo nos ha llamado. Si no atendemos la llamada no habrá descendientes que nos juzguen desde nuestro punto de vista sino desde el único punto de vista capaz de juzgar pues sólo allí reside la vida, el amor que mueve las estrellas.
Parvis extiende su profundo reconocimiento a José Montáns por su generosidad al escribir y compartir este artículo. Para realce de la redacción y los conceptos originales, y con la idea de amenizar la lectura, se agregaron el énfasis de las negritas y las pausas de los subtítulos. Todo ello, siguiendo el propio estilo editorial de esta página.
Solicitado un currículum, el autor dice de sí mismo:
Ni el conocimiento ni nada digno de consignarse por escrito proceden de la máquina occidental moderna de condicionamiento intelectual. Así pues, este humilde autor parafrasea a Castelao diciendo que «estudió historia y cursó para profesor por amor a sus padres pero decidió no ejercer por amor a la humanidad».

Excelente texto del maestro José Montans, un lucero brilla en la oscuridad terrenal de nuestro tiempo
Excelente texto del maestro José Montans, un lucero brilla en la oscuridad terrenal de nuestro tiempo
El Sr Montans es la voz que clama en el desierto. Occidente, lobotomizado y convertido en esclavo, ya no puede ni entender lo que escribe. Las guerras que vienen son del Maligno.