
Clásicamente, la iniciación masónica tiene por objetivo conducir al iniciado hacia la Luz, es decir, hacia el Gran Arquitecto del Universo.
¡Esta concepción primordial concierne naturalmente solo a los hombres, pues los otros seres humanos tienen, en teoría, otra vía para llegar allí! 1
Como ese objetivo es muy difícil de alcanzar, y hay que ganarse la vida, se han inventado otros objetivos: ser un buen republicano, recibir cintas, recibir elogios, poder vender algo, etc.; todos ellos tienen en común que, a veces, generan beneficios, y quizá también por esa esperanza es que funcionan.
Y, sin embargo, en este mundo tan feroz, donde no faltan las emboscadas, ¿no podríamos comprender que la iniciación masónica y la vida en logia podrían tener otro interés?
¡Fundamentalmente, los seres humanos están corroídos por la inquietud! Necesitan protección. Sensibles a los discursos de aprendices de brujo, los pueblos revolotean hacia los más seductores.
Ausencia de perversión
La logia podría ser ese lugar mágico donde, con la ayuda del ritual, se podría aprender a tranquilizarse en contacto con compañeros y compañeras que tienen la misma necesidad y practican un mismo enfoque de ausencia de perversión.
Todo eso sería muy posible, pero la Verdad me obliga a precisar que habría que cumplir ciertas condiciones para lograrlo.
Condiciones
Les propongo ocho:
- Desterrar el clanismo: con el pretexto de estar “entre nosotros”, el clanismo cultiva la división. Prebendas, favores devueltos, pequeños arreglos entre amigos… ¡es realmente lamentable!
- Rechazar la polémica: cada uno tiene derecho a tener una opinión y cada uno tiene derecho a equivocarse. ¡Sin comentarios!
- Cultivar la benevolencia: es un reflejo empático que permite evitar interpretaciones capaces de generar conflictos.
- Jugar en equipo: ¿acaso el primer derecho del ser humano no es, ante todo, preservar el interés del bien común?
- Dejar de adular: a pesar de ser una de nuestras reglas de conducta, esta hipocresía que no engaña a nadie —excepto a los adeptos— sigue practicándose.
- Comprometerse al servicio de quienes sufren: debería ser la marca de los dirigentes sinceros, preocupados por implicarse junto a los más débiles. Hacer la ronda de cocinas para dar apretones de manos no sirve para nada.
- Rechazar el oropel: lo relumbrante no aporta nada, la sencillez debe prevalecer.
- Recuperar la autenticidad: nuestro ideal lo exige, los rituales lo necesitan.
Y una novena condición parece ineludible:
Dejar de destruirse
Basta con observar la vida de nuestros conciudadanos para darse cuenta de que lo que dicen no corresponde a lo que hacen. Hermosas palabras, pero un arte de vivir autodestructor, en el más alto grado del refinamiento. Pobres individuos desdichados que utilizan el Verbo para hacer creer que existen, cuando en realidad ya están muertos.
¡Coraje y perseverancia, la vida también puede ser bella!
- Confiesa el autor que esta frase es «una trampa dialéctica un tanto provocadora que aludía a la prohibición impuesta en ciertos ámbitos que aún siguen vigentes» para ciertos segmentos de la sociedad. Agradece también que sucumban a tal provocación. ↩︎
Parvis extiende su reconocimiento al autor por su generosidad al compartir este artículo. Para realce de la redacción y los conceptos originales, y con la idea de amenizar la lectura, se agregaron el énfasis de las negritas y las pausas de los subtítulos. También se realizaron ínfimas adaptaciones en el uso de mayúsculas, todo ello acorde al propio estilo editorial.

