La ultraderecha contemporánea, particularmente en su vertiente teórica conocida como Dark Enlightenment o movimiento neorreaccionario, representa una metodología política que se opone radicalmente a los principios fundacionales de la Ilustración, entre los cuales la tríada masónica de libertad, igualdad y fraternidad constituye un pilar fundamental.
Este movimiento se define por su carácter antidemocrático, anti-igualitario y abiertamente reaccionario, lo que lo sitúa en una colisión frontal con dichos ideales. Jorge Alemán y el Laboratorio de Políticas de lo Inconsciente (LPI) articulan una crítica psicoanalítica que explica la eficacia subjetiva de estos discursos, apelando a conceptos como la pulsión de muerte y la fabricación de una subjetividad neoliberal.
La crítica psicoanalítica como herramienta de comprensión
La perspectiva de Jorge Alemán y el LPI aporta una lectura de gran actualidad sobre por qué estos discursos obtienen adhesión incluso en sectores perjudicados por ellos. Frente a la idea de que los sujetos actúan por interés racional, el psicoanálisis introduce la noción de pulsión de muerte: una tendencia hacia la autodestrucción o la destrucción del otro, que puede prevalecer sobre el bienestar material.
Jorge Alemán, psicoanalista, ensayista y escritor argentino exiliado en España desde 1976, se ha consolidado como un referente global en el análisis de la ultraderecha contemporánea. Su pensamiento, anclado en una reformulación crítica del marxismo y el psicoanálisis lacaniano, desarrolla una teoría que ha intentado descifrar los fenómenos políticos de nuestra época.
El teórico litiga contra las interpretaciones liberales de Lacan y propone en cambio una izquierda lacaniana que vehiculice la emancipación social. Su obra, que incluye títulos como Ultraderechas, Capitalismo e Ideología, diagnostica el neoliberalismo como un productor de subjetividad que fabrica al individuo como empresario de sí mismo, y caracteriza a los nuevos movimientos autoritarios como expresiones de un neofascismo neoliberal.
Es profesor honorario de la Universidad de Buenos Aires y miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, espacios desde donde influye también en el debate psicopolítico actual.
Seduce pero no satisface
La ultraderecha seduce porque ofrece un relato que permite canalizar un goce oscuro, una satisfacción en la transgresión y en la negación de lo común. Además, su retórica se presenta como una rebelión contra lo «políticamente correcto», atrayendo a jóvenes cansados del «sermoneo paternalista» progresista. Para la izquierda, el desafío no es solo refutar argumentos, sino disputar esas dimensiones inconscientes.
Sostiene Alemán que se requiere una política capaz de movilizar deseos y significantes que opongan a la lógica de la exclusión una ética de lo común, reconociendo que el deseo humano no se agota en el interés individual, sino que anhela formas de vínculo y reconocimiento. Solo una teoría crítica que integre el psicoanálisis, como propone el LPI, podría intervenir eficazmente en una experiencia social donde lo irracional y lo pulsional juegan un papel decisivo.
La reconfiguración antidemocrática de la LIBERTAD
La nueva derecha redefine el concepto de libertad, separándolo deliberadamente de la democracia. Los teóricos neorreaccionarios como Curtis Yarvin y Nick Land postulan la incompatibilidad entre libertad y sistema democrático, abogando en cambio por modelos autoritarios como el neocameralismo. Este sistema propone la sustitución del Estado-nación por corporaciones-gobierno o gov-corps, entidades tecnoautoritarias gobernadas por CEO-monarcas donde la libertad se reduce a un mecanismo de mercado: la salida o exit.
Bajo el lema «No voice, free exit», se elimina la participación ciudadana —la voz— y se reduce la libertad a la capacidad de cambiar de proveedor estatal, como un cliente insatisfecho. Esta visión convierte la libertad en una mercancía gestionada por élites tecnocráticas, vaciándola de toda soberanía popular y despojándola de su dimensión política.
En el mismo sentido, pero más rápido
El accelerationismo de Land lleva esta lógica al extremo, considerando las políticas igualitarias y democráticas como un freno al desarrollo tecnocapitalista, promoviendo así una libertad entendida como desregulación absoluta del capital y la tecnología.
Esta visión representa una corriente filosófica vinculada al movimiento neorreaccionario que propone utilizar el capitalismo y la tecnología como motores de una transformación social radical. Nick Land, su principal teórico, concibe este enfoque como un mecanismo para desestabilizar los sistemas democráticos e igualitarios. Su objetivo último consiste en acelerar la llegada de una singularidad tecnocapitalista donde el poder corporativo se convierta en el principal organizador de la sociedad. Esta visión se articula con propuestas como el neocameralismo de Curtis Yarvin, que defiende modelos de gobierno autoritario gestionados como corporaciones privadas.
Estudiando el freno
Desde la perspectiva LPI, el accelerationismo requiere un análisis crítico que permita comprender su influencia en la subjetividad contemporánea. Si bien Land enfatiza la dimensión tecnológica, diversas vertientes de ultraderecha han reinterpretado esta teoría para promover conflictos raciales y aspirar a la creación de etnoestados.
Esta apropiación refleja la flexibilidad discursiva del neofascismo actual, que combina elementos aparentemente contradictorios como el capitalismo radical y el nacionalismo excluyente. El desafío para las izquierdas consiste en desarrollar una respuesta psicopolítica capaz de disputar estas narrativas sin caer en un conciencialismo que ignore la dimensión pulsional del fenómeno.
El rechazo explícito de la IGUALDAD
El principio de igualdad sufre el ataque más directo por parte de la ultraderecha. El movimiento neorreaccionario lo considera una «mentira igualitaria» y un obstáculo para el desarrollo de una meritocracia radical. Esta postura se enmarca en una matriz neofascista que promueve el odio hacia lo vulnerable —pobres, discapacitados, migrantes— y aboga por eliminar cualquier forma de redistribución o solidaridad social. Desde el psicoanálisis, Alemán señala que este desprecio se alimenta de un resentimiento nihilista que encuentra goce en la destrucción del otro.
La ultraderecha opera bajo lo que Lacan denomina la lógica del todo y la excepción: construye una unidad imaginaria homogénea mediante la exclusión violenta de un elemento exterior, ya sea racial, social o cultural. Así, conceptos pseudocientíficos como la «biodiversidad humana» o el «hiperracismo» —impulsados por Land— legitiman una segregación basada en la superioridad genética o meritocrática, lejos del ideal igualitario que busca integrar las diferencias en un marco de derechos universales.
La destrucción del lazo social y la FRATERNIDAD
El tercer pilar ilustrado, la fraternidad, es sistemáticamente socavado por la ultraderecha mediante el fomento de un individualismo radical. El sujeto neoliberal, fabricado por el discurso capitalista, se concibe como un «empresario de sí mismo» que asume la responsabilidad absoluta de su éxito o fracaso. Esta subjetividad, gobernada por la lógica del rendimiento y la competencia, vive en un estado permanente de estrés y culpa, y desconoce los dispositivos sociales que la condicionan.
El LPI describe este fenómeno como una «insularidad de los Robinsones», donde los individuos coexisten aislados, sin verdadero lazo comunitario. La ultraderecha capitaliza este malestar promoviendo la fantasía de un enemigo mítico —el «vago», la «casta», el «extranjero»—, ofreciendo una salida pulsional que canaliza el resentimiento hacia la destrucción del otro, en lugar de hacia la construcción de vínculos solidarios. Frente a la fraternidad, que implica reconocimiento del semejante y solidaridad, la nueva derecha propone un goce solipsista y narcisista que fragmenta el tejido social.

El artículo me ha parecido un escrito de la ultraizquierda desde una perspectiva narcisista y egocentrica.
Es una visión dimensional de un mundo multidimensional y muy limitado intelectualmente, parte de la existencia de solo dos lados, si no piensas como yo entonces eres opuesto a mi, si eres ultraderecha, entonces soy ultraizquierda y como tu estás equivocado yo estoy en lo cierto y como nada mas existe solo yo soy el poseedor de la verdad absoluta de lo que digo, eso es lo que he sentido al leer este escrito.
Los socialistas de hoy y siempre, sufren de ese grave problema, el mundo se les reduce a una dicotomia, y lo mas gracioso es que se creen lo contrario, suponen ser personas con un amplio criterio, se creen ser, por ejemplo el tema tratado, no ser narcisistas, ser defensores de los tres conceptos evaluados, gustan de la guerra pero se declaran pacifistas, gustan de las dictaduras pero se declaran contrarios a ellas, gustan de ser intolerantes pero se consideran muy tolerantes.
En fin, dejo esta respuesta por aquí, pero es mas un comentario que otra cosa, por aquello de que no está demás, o no debería estarlo, mostrar ese diferencial que podría ser prudente, tener presente, dada la tendenciosa sofista visión del autor.
Se agradece su comentario y la oportunidad de dialogar. El artículo no busca establecer una dicotomía simple, sino analizar cómo ciertos movimientos políticos contemporáneos se estructuran precisamente bajo lógicas binarias y excluyentes. Lejos de defender una «verdad absoluta», el texto intentaba explorar cómo una herramienta de estudio -el psicoanálisis- explica que los seres humanos no actúan solo por interés racional, sino por pulsiones y causas que a menudo conducen a contradicciones.
Sólo se puede coincidir en esto: reducir la realidad a «dos bandos» es simplificador. Por eso mismo el texto insiste en que la ultraderecha opera creando un «enemigo mítico» y al parecer único, mientras que la perspectiva psicoanalítica que se trató de explicar parece proponer una política que pueda reflejar la heterogeneidad de los diversos posicionamientos y pensamientos. Justamente, la crítica al nuevo liberalismo es que produce una subjetividad errada, como el ser «empresario de sí mismo», no que la izquierda tenga el monopolio de la razón y la virtud.
Si el artículo sonó dogmático, fue sin duda una limitación de su redacción, de lo cual Parvis se hace cargo. La observación acerca de la autopercepción versus la práctica política es destacable. Aplica a cualquier espectro ideológico. El valor de pensar a partir de estos artículos, que son verdaderas provocaciones a la reflexión sobre los hechos de la actualidad, está precisamente en poder cuestionar las propias certezas de todos y desvelar las formas en que las explicaciones podrían ser sólo ideológicas. Queda pendiente -y esto le queda muy grande a Parvis- el desafío de cómo construir un lenguaje político que no reproduzca las simplificaciones que justamente se critican tanto en la nota como en el comentario.
Saludos cordiales.