Los habitantes del norte de Francia habían considerado al principio al pequeño hombre sonriente con desconfianza. No de manera malintencionada, sino como campesinos que saben que nada bueno puede esperarse de lo que viene más allá del horizonte. Luego, poco a poco, lo integraron en su paisaje mental. Nadie decía ya: «mira, he visto al inglés merodeando cerca del cementerio». En el fondo, tenía todo el derecho de interesarse por los cementerios.
Un día, el hombre tan cuidado en su persona, en un momento de abandono, les confesó que no tenía ninguna afición particular por los cementerios, sino que estaba buscando el lugar donde había sido enterrado su hijo, víctima de la más abominable guerra civil europea en “14-18”, como se dice. En su búsqueda vana, acababa de tomar conciencia de que El libro de la selva era el de las trincheras y no ese mundo maravilloso donde los animales y Mowgli convivían armoniosamente. Su hijo estaba efectivamente muerto, probablemente asesinado por otro niño que podría haber leído la traducción de sus cuentos en alemán.
Si puedes ver destruida la obra de tu vida,
Y sin decir una palabra, ponerte a reconstruir,
O perder de un solo golpe la ganancia de cien partidas,
Sin un gesto y sin un suspiro,
Serás un hombre, hijo mío.
Cenizas de la guerra
Kipling desempeñó alrededor de los cementerios militares de la Gran Guerra un papel masónico muy concreto. Porque, detrás de las “ciudades silenciosas” que él evoca, hay una historia masónica precisa.
En el otoño de 1921, unos hermanos que trabajaban en la Imperial War Graves Commission –organismo encargado de ofrecer una sepultura digna a los cerca de 700.000 soldados del Commonwealth caídos en el norte de Francia– solicitaron la creación de un taller bajo los auspicios de la Gran Logia Nacional Independiente y Regular para Francia y las Colonias.
Entre ellos se encontraba el propio Rudyard Kipling, herido por la desaparición de su hijo John, en 1915. En su honor, la nueva logia recibió el nombre de Builders of the Silent Cities (Los Constructores de las Ciudades Silenciosas).
Templo de la memoria
La logia n.º 12 Builders of the Silent Cities fue consagrada en Saint-Omer en enero de 1922 por el R∴H∴ Edmund Heisch, entonces Segundo Gran Vigilante. El mallete fue confiado a Sir Herbert Ellissen, controlador de la Comisión. Los dos primeros iniciados fueron el Mayor-General Sir Fabian Ware, vicepresidente de la Comisión, y el Capitán J. S. Parker.
En cuanto a Rudyard Kipling, permaneció inscrito como miembro del taller hasta su muerte, el 18 de enero de 1936, aunque parece que nunca pudo participar efectivamente en las tenidas. Lo esencial, para él, era sin duda que la cadena de unión masónica acompañara la edificación de esas necrópolis donde la piedra, el nombre grabado y el silencio componían un verdadero templo de memoria.
Un reflejo
Este compromiso no se limita a Francia. Se encuentra también a Kipling como miembro fundador de la logia Builders of the Silent Cities n.º 4948 en Londres, consagrada en 1925, en el mismo espíritu: reunir a hermanos implicados en la Comisión de sepulturas de guerra y hacer de su trabajo una prolongación ritual y espiritual de la fraternidad.
Así, asociaciones masónicas de combatientes se estructuran desde 1916-1917, como la New Zealand Expeditionary Forces Masonic Association, para permitir a los hermanos de diferentes obediencias, comprometidos en el frente, encontrarse en los campamentos de la retaguardia y mantener viva la luz de la Orden en el corazón de las tinieblas de la guerra.
Rudyard Kipling no fue, pues, solamente el poeta de los campos de batalla y de los hijos perdidos. Fue, muy concretamente, uno de los inspiradores masónicos de esas “ciudades silenciosas” donde reposan, en una forma de templo a cielo abierto, los hijos de tantas naciones.
Reconocimiento:
Parvis agradece al autor por su generosidad al compartir este artículo, de datos provenientes de 450.fm. Para realce de la redacción y los conceptos originales, y con la idea de amenizar la lectura, se agregó el énfasis de las negritas y las pausas de los subtítulos. También se realizaron ínfimas adaptaciones de estilo.
