El Manuscrito Cooke data aproximadamente de 1410 en Inglaterra y forma parte de los llamados «Antiguos Deberes». Muestra cómo los gremios de constructores medievales traducían en palabras los aspectos de su oficio, estableciendo una conexión entre la masonería operativa y la especulativa.
El texto, escrito en inglés medio (una forma del idioma que se habló por quinientos años hasta el siglo XV) y conservado en la Biblioteca Británica junto con el Manuscrito Regius (c. 1390), debe su nombre a Matthew Cooke, quien lo tradujo y publicó por primera vez en 1861. Combina una historia legendaria de la masonería con un conjunto detallado de reglamentos y deberes de los masones.
El hecho de que haya sido escrito en inglés medio es significativo. Indica que estaba destinado a un uso práctico dentro de los gremios de constructores en ese país, reflejando la gradual reaparición del idioma propio como lengua de trabajo y registro escrito tras siglos de dominio del francés y el latín en los documentos formales.
Leyenda y ciencia
En su relato, traza una línea de continuidad entre el arte de la construcción y personajes bíblicos y antiguos. Según esta narrativa, los hijos de Lamech —Jabal, Jubal y Tubalcaín— iniciaron las artes de la geometría, la música y la metalurgia.
Ante la posibilidad de un castigo divino, estos primeros artesanos preservaron sus conocimientos grabándolos en dos columnas, una de mármol y otra de laterus, materiales que resisten respectivamente el fuego y el agua. La tradición continúa con Euclides, a quien el manuscrito atribuye la enseñanza de la geometría a los egipcios y la organización de un sistema de enseñanza para hijos de nobles, estableciendo así un vínculo entre el período anterior al diluvio y la masonería medieval.
Junto con estas referencias legendarias —que incluyen también a Nimrod y al Templo de Salomón—, el manuscrito recoge normas éticas, instrucciones sobre el aprendizaje —con una duración mínima de siete años— y disposiciones para asambleas internas. Su contenido refleja la transición entre la masonería operativa y la especulativa, y ejerció una influencia verificable en las Constituciones de Anderson de 1723, base de la masonería moderna.
Organización y normativas del oficio
El documento especifica los deberes y regulaciones que dirigían el trabajo de los masones medievales. Determina que el aprendizaje debía durar al menos siete años, garantizando así el dominio completo del arte. Los artículos regulaban desde la conducta ética hasta las relaciones laborales, prohibiendo que los maestros pagaran más del valor establecido o protegieran a ladrones, mientras exigían lealtad hacia los señores que los contrataban.
El texto indica que «el más hábil debe ser el guía en el trabajo, y ser llamado Maestro», implantando un sistema donde la capacidad técnica y el conocimiento definían la autoridad. Estas regulaciones buscaban asegurar la calidad del trabajo y promover un ambiente de respeto mutuo entre los miembros del oficio.
Evolución hacia la masonería especulativa
El Manuscrito Cooke señala un momento significativo en el desarrollo de la masonería, donde el simbolismo geométrico adquiere dimensiones filosóficas. La geometría deja de ser considerada únicamente como un instrumento práctico para la construcción y se concibe como «la medida de la Tierra» y, metafóricamente, como la medida del comportamiento humano.
El documento narra cómo el rey Athelstan de Inglaterra y su hijo menor, quien «amaba la ciencia de la geometría», adoptaron «la práctica de esta ciencia a la especulación», un cambio conceptual que permitiría a la masonería trascender su función original y convertirse en un sistema de desarrollo moral e intelectual.
El Manuscrito Cooke permanece como testimonio de cómo los masones operativos medievales entendían su arte no solo como un oficio técnico, sino como un medio de transmisión de valores y conocimiento a través de las generaciones.
Laterus
El término «laterus» que aparece en el manuscrito se refiere a un tipo de piedra o material de construcción que, según el relato masónico, poseía la cualidad de no hundirse en el agua. En el contexto del manuscrito, se describe junto con el mármol (que «no podía ser quemada») como uno de los dos materiales elegidos para preservar el conocimiento ante un posible castigo divino mediante fuego o agua.
Aunque el texto no especifica exactamente qué tipo de piedra es, los estudiosos sugieren que podría tratarse de:
- Ladrillo cocido o terracota – Del latín later (ladrillo), que era un material resistente al agua ampliamente utilizado en la antigüedad.
- Piedra laterita – Una formación rojiza rica en hierro, dura y resistente a la erosión hídrica.
- Una piedra de naturaleza simbólica – Cuyo nombre evoca deliberadamente la idea de durabilidad y resistencia.
Simbolismo profundo
En el marco alegórico del manuscrito, la columna de mármol (resistente al fuego) y la columna de laterus (resistente al agua) representan la preservación del conocimiento humano frente a cualquier catástrofe, estableciendo una poderosa metáfora sobre la perpetuación del saber a través de los medios materiales y simbólicos.
Esta dualidad de materiales refleja la mentalidad medieval que buscaba en los elementos naturales cualidades simbólicas, transformando materiales de construcción convencionales en vehículos de transmisión de conocimiento y tradición.
